Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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LAS RETORCIDAS COSTUMBRES

domingo, 24 de septiembre de 2017
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Son años, siglos o milenios talvez, de costumbres, creencias y modos de hacer familia y formar comunidad, los que aún, por desgracia, pesan y condenan a las sociedades actuales, al imperio absurdo y torpe del machismo, entendido como la cultura del que se siente con derecho de someter o privar de la vida, a quién se resista a sus deseos o propósitos.
Es la cultura de la violencia (el animalismo ancestral), la bárbara noción de que la violencia es el poder, y que al ejercerla accede a la impunidad: por temor, sumisión o complicidad de los demás, es la idea supremacista del más fuerte, que se arroga para sí, el derecho de imponer su voluntad convencido y creyente de que no habrá consecuencia alguna.

Es por otra parte, la negación del fundamento y la filosofía que dieron origen al Estado moderno.
El monopolio de la violencia la sociedad se lo cede al Estado, para que la ejerza a través de las instituciones creadas exprofeso, y reguladas con la adecuada pertinencia, a fin de evitar o castigar los excesos.

Nadie, en un Estado de derecho, tiene la concesión de ejercer violencia contra otros, y menos aún, en contra de mujeres y menores indefensos.
El comentario, amigo lector, viene al caso, por la alta incidencia de crimines, particularmente, en contra de las mujeres, a consecuencia, es de suponerse, de su evidente y natural indefensión, o menor capacidad para evitar el sometimiento violento.

Seguramente la tasa de criminalidad de varones sea también alta, sin embargo, en esta ocasión, el interés es compartir con usted, amigo lector, un reciente artículo publicado por el periódico Excélsior y suscrito por el periodista Víctor Beltri, sobre este lamentable y escandaloso tema.

Transcribo textualmente algunos párrafos de la mencionada colaboración, por la trascendencia de lo que en ellos se expresa:
"Los feminicidios se resuelven en casa.

De manera personal, con un compromiso cotidiano. No es responsabilidad del gobierno, ni de las empresas, sino de cada uno de nosotros, hombres y mujeres: se trata, simplemente, de entender que unos y otras tenemos los mismos derechos.
Los feminicidios se resuelven en casa, evitando la equiparación de las mujeres con un objeto que presta servicios domésticos o sexuales.

Los feminicidios se resuelven en casa, evitando la propagación de estereotipos que perpetúan la supremacía de un género sobre el otro o los resaltan:
Los feminicidios se resuelven en casa, cuando seamos capaces de reprimir, conscientemente y avergonzados, el muy lamentable "tenía que ser vieja".

Los feminicidios se resuelven en casa -sobre todo- repudiando cualquiera de estas conductas por parte de quienes nos rodean".
El autor, me parece, va directo al origen del problema, al seno familiar, a como se cría y forma a los hijos, al hecho tácito de que la cultura se trasmite de una generación a otra desde y en la casa paterna.

Es entonces, la penosa creencia, o costumbre de pensar que existen razones para ejercer supremacía de un género sobre otro, lo que se tiene que erradicar desde la célula básica de la sociedad.
A nadie beneficia seguir alentando el beneplácito que causa la llegada de un varón a la familia, y adoptar, por el contrario, la resignada actitud de recibir a una niña en el hogar, con el nefasto "ni modo así quiso Dios".
GRACIAS POR SU TIEMPO.

 

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