Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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RELEYENDO POSTULADOS Y RETOS

domingo, 13 de agosto de 2017
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El proceso electoral que habrá de iniciar el próximo 18 de septiembre del año en curso, es sin lugar a dudas, el más competido que tanto las clases políticas mexicanas como la ciudadanía de este país, haya enfrentado.

Ahora y no tanto como hace década, en el seno de una vida democrática en plena vigencia. Con un sistema político electoral fuerte y completo, sin dudas ni estertores del pasado, que ha superado, y vive aún mil calamidades, muchas de ellas, injustas y hasta abyectas.

Un sistema que ha soportado con entereza y virtud, cuestionamientos al por mayor, de un lado y de otro, de aquí y de allá.
No hay dudas que tanto la autoridad administrativa como la jurisdiccional, habrán de organizar, sancionar y juzgar lo que se presente, las instituciones electorales son fuertes y están consolidadas en la cultura de la legalidad y el pleno derecho.

Tienen ambas instancias: El Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral de la Federación, cuadros técnicos experimentados y de buena formación profesional, sin duda harán un buen trabajo y soportarán con racionalidad, los vendavales y tormentas mediáticas que lancen los eternos inconformes y denostadores de resultados y conteos.
Sólo, en cuanto a estas dos instituciones, habría que observar un punto a corregir en el futuro inmediato, quitarle al INE, la parte de resolución administrativa, y dejarlo sólo con lo que corresponde a organización y vigilancia de los procesos electorales.

Y pasar en consecuencia, todo ese exceso de equipaje, al Tribunal Federal. Con este ajuste, quedaría bajo buen recaudo la institución administrativa, y con plenitud de competencias el órgano jurisdiccional.
Un tanto más delicado, es la parte política y de los partidos políticos, éstos, todos, aún llevan en sus dorsales sobrecargas ideológicas y de proyecto, impuestas por sus pasados, auto radicalizados unos, e inciertos y temerosos otros.

Arropados siempre con retóricas modernistas pero acosados por prácticas antiguas y en no pocos casos obsoletas. Mire usted amigo lector, Los tres partidos más grandes de este país, dieron en tiempos recientes, muestra de civilidad política y congruencia programática, al promover y sumarse al Pacto por México, pero ahí se quedaron, temerosos y desconcertados, en ese momento de gran trascendencia para el futuro del país.
Prefirieron algunos, o casi todos, regresar a las viejas prácticas de la trifulca y el pleito de callejón, a la disputa interna y a la crítica entre ellos y contra el gobierno, regresaron al desgaste de sus clases políticas.

Ahora son vistos más como grupos de rijosos que no valoran el interés nacional. Que para ellos es de mayor interés la lucha descarnada y vulgar por el poder, que el destino y futuro de la nación.
Es tan grande y al parecer irreversible, el desprestigio acumulado a lo largo de los últimos años, y ciertamente denunciado y encausado, con justas razones, por los medios de comunicación.

Que tan sólo les queda (a los partidos), una salida, abrirse totalmente a la sociedad, permitir que entren nuevas corrientes de pensamiento y actores menos castigados por la opinión pública, con propuestas horizontales de unidad e inclusión.

A riesgo si, por supuesto, de que lleguen a su seno también locos, vividores y aventureros de la política y la democracia. Por lo que cada partido habrá de tener cuidado y ser cauto.
Huir de esta realidad ya no es posible, es una exigencia y una última oportunidad para los partidos formales, de seguirse negando al cambio de actitud, lo que sigue es la formación de frentes electorales, corrientes políticas y organizaciones ciudadanas por fuera de los institutos políticos establecidos, por una parte, y por otra, que colapse el sistema de partidos, y que la sociedad mexicana transite de forma abrupta y por voluntad popular, de la democracia representativa a la democracia participativa.
De mucho le sirve a los partidos, recibir y abanderar a candidatos ciudadanos simpatizantes aún y cuando no sean militantes activos, sobre todo hoy en día que no cuentan con caras nuevas y personajes bien vistos por la sociedad.

Todos los partidos tienen en sus militancias, prospectos a candidatos, y algunos de sobra, más todos, sin excepción son caras duras y desgastadas por los quehaceres de la carrera de partido.
Por lo mismo, vulnerables y de fácil destrucción electoral.
Son entonces, los actuales y los venideros, tiempos de quitar candados estatutarios y hacer a un lado estorbosos requisitos y falsos prejuicios político-electorales, originados en viejas prácticas elitistas, que finalmente poco han servido al propósito de fortalecer a las militancias, y que por el contrario, han servido más a la consolidación de élites políticas que ostentan poderes fácticos y poco transparentes.


Es tiempo de asumir una visión de futuro clara y legítima, de frente a la sociedad, y avanzar hacia esquemas más plurales y abiertos, modernos, competitivos y ganadores.

Esperemos, luego entonces, en lo inmediato y no para después, que partidos, dirigencias y militancias, tengan en cuenta esta realidad social y aprovechen, esta, que bien podría ser la última llamada, en bien de todos, y siempre teniendo en cuenta que los partidos y organizaciones políticas, son el instrumento que los ciudadanos todos, tenemos para acceder al poder de manera civilizada, pacífica y en orden institucional.
No entender esto, es caer en el sectarismo político discriminatorio, y empujar a la gente a buscar otras opciones, incluso las violentas y desestabilizadoras que nadie desea, pero que están ciertamente, a la vuelta de la esquina, el humor social es el caldo de cultivo ideal.
Hay entonces, y sin remedio, un entorno social y político que espera ser atendido y resuelto.

Un nuevo libro de política que escribir y del que se podrá dar cuenta y razón en años posteriores.
GRACIAS POR SU TIEMPO

 

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