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Indagan Alzheimer ¡desde el intestino!

Si bien en la consciencia colectiva el Alzheimer persiste como un mal ligado al cerebro, las causas de su desarrollo parecen remontarse a un sitio que pocos imaginarían
lunes, 27 de marzo de 2023
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Agencia/Reforma

Si bien en la consciencia colectiva el Alzheimer persiste como un mal ligado al cerebro, las causas de su desarrollo parecen remontarse a un sitio que pocos imaginarían: el intestino.

O al menos a lo que radica en él, como es la microbiota intestinal, aquel conjunto de microorganismos con los que subsistimos de manera simbiótica, y cuyo vínculo con el cerebro es investigado por científicos que estudian el origen de dicho trastorno neurodegenerativo.

Tal es el caso de la neurocientífica Claudia Pérez Cruz (Ciudad de México, 1976), quien aunque admite que tal asociación puede sonar paradójica y antidogmática, refiere que ya se ha visto que el cerebro no es impermeable ni tan hermético como se creía, a la vez que se han encontrado cambios en la microbiota de pacientes con Alzheimer.

Específicamente, cuenta la investigadora del Departamento de Farmacología del Cinvestav, un grupo en Italia halló hace unos años que quienes sufren de esta patología que genera demencia tenían un tipo de bacterias proinflamatorias, cuya presencia en el organismo propicia la liberación de citocinas como parte de una agresiva respuesta inmunológica potencialmente perjudicial.

Esto resulta relevante, pues si bien entre las causas del Alzheimer se ha estudiado la acumulación de dos proteínas -el beta amiloide y las proteínas tau-, lo cierto es que la enfermedad también va acompañada de una inflamación en el cerebro desde etapas muy tempranas.

"Entonces, surgió la idea: Si tenemos un ambiente inflamatorio debido a las bacterias del intestino, que eventualmente quizás trasloquen al cerebro, esto causaría inflamación y conllevaría a todos los cambios de las proteínas, y generaría el daño en la cognición", elabora Pérez Cruz en entrevista telefónica.

Aunado a esto, continúa la investigadora, algo interesante es que alteraciones metabólicas como diabetes y obesidad son factores de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad, de la que la Secretaría de Salud reporta cerca de un millón 300 mil pacientes en México.

Aunque se pronostica que habrá un aumento en su incidencia los próximos años.

"Como que todo se iba ligando: metabolismo -diabetes y obesidad, que son enfermedades metabólicas-; microbiota, que depende de la dieta. Entonces, traté de ligar ambos conceptos.

Si comemos una comida sana y cambiamos la microbiota, ¿habrá algún beneficio en el cerebro?", se planteó.

Así fue como comenzó un estudio con ratones transgénicos, es decir, modificados genéticamente para desarrollar Alzheimer, a los cuales suministraron una dieta específica para cambiar el estado de su microbiota.

"Veíamos que la microbiota proinflamatoria se reducía radicalmente, empezaban a crecer comunidades de bacterias antiinflamatorias. Y había beneficios muy notorios en las funciones cognitivas, o sea, en la memoria de los ratoncitos.

"Entonces, esta primera premisa sí se iba cumpliendo: Si podemos modular la microbiota, entonces podemos evitar que las bacterias liberen sustancias dañinas, y eventualmente evitar que esto llegue al cerebro", remarca Pérez Cruz.

Descifrar la prevalencia en mujeres

Lo siguiente en la investigación, y pensando en que las mujeres son más diagnosticadas con esta enfermedad, sin que al día de hoy se conozcan a cabalidad los mecanismos biológicos que subyacen en esta mayor vulnerabilidad, fue llevar a cabo un protocolo con ratones hembras.

"Se ha propuesto mucho, por muchos grupos de investigación, que quizás esta falta de estrógenos que sucede cuando entramos en la menopausia pudiera estar ligada con la disfunción a nivel del cerebro", apunta la neurocientífica.

El papel del estrógeno se tornó fundamental al realizar el protocolo con ratones hembra, con los que tuvieron que tomar en cuenta el llamado ciclo estral -el conjunto de eventos fisiológicos que tienen lugar entre un ciclo o estro y el siguiente-, que se veía alterado al suministrar la dieta para modular la microbiota.

"Y fue así de: ¿Qué tiene que ver la dieta con el ciclo estral?", surgió la incógnita entre los investigadores, quienes al indagar al respecto dieron con el concepto de estroboloma, la capacidad de algunas bacterias intestinales que expresan una enzima para metabolizar el estrógeno destinado a desecharse del cuerpo, y así aumentar su concentración en la sangre.

"Ya lo estamos desechando, pero estas bacterias dicen: 'No, espérame, deja le quito este grupo (ito) y vuelvo a mandar a la hormona de vuelta a la circulación'", ilustra Pérez Cruz.

"Entonces, si tenemos muchas de estas bacterias, aumentan los niveles de estrógeno; si tenemos pocas, bajan, porque se excreta".

Tal parece ser lo observado por los investigadores con los ratones hembra, cuyos niveles de estrógeno aumentaron a través de una dieta rica en fructanos, lo cual llevó a cambios conductuales positivos.

"Jamás esperaba que la dieta con fibra modulara el ciclo estral", reconoce la neurocientífica.

Al final, esto dio la pauta sobre el impacto preventivo que una microbiota modulada mediante determinada dieta, más los niveles óptimos de estrógeno, pudiera tener en las mujeres.

"Si esto pudiera pasar en las mujeres, pudiéramos prevenir este declive en los estrógenos que pasa en la menopausia, que es algo normal, es algo fisiológico que todas tendríamos que pasar y no por eso a todas nos va a dar Alzheimer.

Pero quizás en algunas mujeres cuando no tienen tantas de estas bacterias, que es el declive de estrógenos más abrupto, eso desproteja al cerebro.

"Porque el estrógeno es una hormona que usamos mucho para una buena comunicación entre las neuronas", explica. "Y si se pierde demasiado, entonces puede ser que dejemos muy vulnerable a nuestro cerebro en este periodo (de transición a la menopausia) que es de cinco a siete años".

Así fue como surgió un estudio clínico en colaboración entre Cinvestav y los institutos nacionales de Ciencias Médicas y Nutrición, así como el de Neurología y Neurocirugía, con el objetivo de determinar la relación entre la microbiota, los niveles de hormonas sexuales y el deterioro cognitivo en mujeres, actualmente en desarrollo y abierto a quien desee participar.

De acuerdo con Pérez Cruz, se reclutan voluntarias de 30 a 65 años en periodos perimenopáusicos, premenopáusicos y menopáusicos o postmenopáusicos, para comparar sus condiciones con las de mujeres con Alzheimer, así como con un grupo control sin alteraciones relacionadas con el estrógeno, es decir, hombres cognitivamente sanos de 30 a 60 años

"Queremos ver cómo está su microbiota en relación con los niveles de las hormonas, y cómo está la relación de las hormonas y de la microbiota con su función cognitiva", indica la investigadora de Cinvestav sobre el protocolo que incluye toma de muestra de sangre, de copro y hasta una tomografía para algunas de las participantes.

"Entonces, estamos haciendo pruebas cognitivas para ver si hay relación entre el tipo de bacterias que tenemos, la cantidad de estrógeno y progesterona, y nuestra función (cerebral)", agrega.

"Queremos tratar de entender si esto realmente si es (sí,) como en las ratonas, lo cual pudiera estar ligado a la presencia de estas bacterias que tienen la enzima que regula el estrógeno".

Las interesadas e interesados en participar en este estudio, del cual Pérez Cruz estima que los primeros resultados se tendrán hacia el tercer trimestre de este año, pueden consultar los requisitos y contestar un breve cuestionario en este sitio www.estroboloma.cinvestav.mx.

Participe en estudio y recibirá consejos

Además de contribuir con la ciencia para la comprensión de una enfermedad como el Alzheimer, quienes participen en el "Estudio de la disfunción del estroboloma durante la perimenopausia como factor asociado para el desarrollo de demencia" podrán tener acceso a sus resultados y conocer, por ejemplo, su perfil hormonal y el estado de su microbiota.

Y con esto tener también algunas recomendaciones sobre cómo mejorarla si, por ejemplo, está por arriba de los parámetros normales de una microbiota que se considera proinflamatoria.

Cuestionada sobre qué tipo de alimentación seguir para contrarrestar esto, Claudia Pérez Cruz cuenta que con los ratones se siguió una dieta con alimentos funcionales, es decir, aquellos que no solamente nutren sino que tienen compuestos bioactivos.

"Por ejemplo, la semilla de chía, que aparte de que tiene aceites esenciales y proteínas, tiene estos compuestos bioactivos, como genisteína, antioxidantes.

"Les dimos fructanos, que son fibra soluble que en este caso tomamos de la penca del agave tequilero, y es fibra como la que tiene el nopal, como la que tendría, por ejemplo, el ajo y la cebolla", añade.

Un tipo de alimentos, explica la neurocientífica, de los cuales el organismo no se beneficia directamente al consumirlos, sino que la intención es que sean aprovechados por las bacterias; "estamos alimentando a las bacterias, a un tipo de bacterias que son buenas para nosotros".

"Entonces, si hay déficit de este tipo de bacterias, y damos esta fibra, empiezan a crecer, a reproducirse, a ser más abundantes. Y no solamente eso, sino que empiezan a competir por espacio, terreno y alimentación con las que son malas, digamos, y empiezan a disminuir las malas o proinflamatorias.

"Ese tipo de recomendaciones se les haría a las personas en las que veamos una microbiota no tan óptima", adelanta.

 

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