Monterrey, México(01 mayo 2022).- Adriana le había pedido a su hija de 19 años la posibilidad de seguir su ubicación a través de una aplicación de celular.

"Siempre había sido un 'no' rotundo", recuerda.

"Le dije: 'Mira, que tus amigas te sigan, pero dame el teléfono de tus amigas'".

Las chicas habían formado un grupo de seguridad con la aplicación Life360.

"Así, si algún día no te encuentro, le puedo hablar a tus amigas y decirles: 'Localízame a mi hija'".

Ese era el acuerdo entre madre e hija hasta que ocurrió lo de María Fernanda, la joven de 27 años cuyo cuerpo sin vida fue hallado en una casa de Apodaca el 8 de abril, a seis días de su desaparición.

"Ella solita, sin que yo le dijera nada, me empezó a dejar que la siguiera", recuerda Adriana sobre su hija.

Muchas familias con hijas e hijos en edad adolescente de Monterrey, y de todo México, comenzaron a tener precauciones tras el caso de María Fernanda.

"Ya no la dejo salir sola", "Prefiero ir yo a comprar lo que se necesite", "Mi hija quiere salir a pasear, pero yo voy con ella", fueron comentarios que se multiplicaron en los últimos días.

Y es que, con menos de dos semanas de diferencia, otra joven regiomontana también fue hallada sin vida, Debanhi, de 18 años. El caso no sólo conmocionó, sino que terminó por hacer que el miedo se apoderara de muchas familias y de jóvenes, sobre todo mujeres.

El panorama les da la razón.

De acuerdo con reportes del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, tan solo durante la búsqueda de Debanhi hubo 80 reportes de mujeres desaparecidas en 19 estados del País, siete de ellas en Nuevo León.

Alta tensión

Tayde Sánchez, psicoterapeuta y ex presidenta de la Asociación de Psicólogos Escolares de México, dice que las familias viven actualmente una tensión que podría relacionarse con un trastorno de estrés postraumático, en donde son afectadas de manera indirecta por una saturación de información no siempre verificada.

"Necesitamos administrar nuestra exposición a esa información, ya que directamente esta exposición genera una tensión extra que nos impedirá movilizar recursos y ver las oportunidades reales de solución o enfrentamiento que tengamos".

Aunque ante estos miedos paralizantes en colectivo la palabra que suele utilizarse es "psicosis", se trata más bien de un trauma, coincide Guillermo Rocha, coordinador del departamento de atención a urgencias psicológicas en la Facultad de Psicología de la UANL.

"Podría ser una experiencia traumática donde abundan víctimas indirectas que sufren a partir de las agresiones a otras personas y entonces lo viven como si fuera hacia ellas", comenta.

El psicólogo advierte que el estado de alarma constante podría afectar la salud emocional y la calidad de vida.

"Como respuesta se genera una alerta permanente por la sensación de amenaza y desprotección", explica.

"El riesgo mayor es que el estado de hiperalerta no termina al no sentir seguridad ni la posibilidad de bajar la guardia; la persona no se relaja y, por lo tanto, llegan complicaciones para dormir y disfrutar actividades".

Entre los límites y el amor

El miedo y la conciencia de que existe un agudo problema de violencia han llevado a expertas en defensa personal a ofrecer cursos para mujeres, mientras que los padres han decidido últimamente ser más estrictos.

"¿Van a una fiesta? Yo las llevo, y yo paso por ustedes a más tardar a media noche", dijo un padre de familia en un video subido al Facebook/Soy papá, con miles de likes y reproducciones.

"Nada después de esa hora. Aunque me aborrezcan".

Lo mismo sucede en muchas familias con hijos varones.

Nina Garza, licenciada en Ciencias de la Familia y terapeuta con enfoque en trauma y sexualidad, recomienda transformar en familia el miedo en medidas preventivas.

Para ello aconseja ir a la raíz: comunicación y generación de confianza en los hijos.

"Decirle a la hija o al hijo: 'Si te encuentras en una situación en la que estás tomado de más no dudes en hablarme, no te voy a castigar, pero háblame para yo poder ir a recogerte'.

"También: 'Si sientes que estás en una situación de peligro y te fuiste sin mi permiso, háblame, y yo voy a ir por ti sin que haya consecuencias'".

Esto no quiere decir un permisivismo absoluto ni un libertinaje, aclara, pero sí una apertura libre de juicios. Es lo que psicólogos llaman crianza o disciplina positiva.

"No juzgar a los hijos por las inquietudes que tengan, pero sí hablar con nuestros hijos de las consecuencias de sus actos.

"Que ellos no tengan el temor de que van a ser juzgados por sus papás, eso nos va a dar la capacidad de que se abran con nosotros y puedan decirnos dónde están, qué les inquieta", expresa la terapeuta.

Algunas recomendaciones

Para hacer en familia

- Recordar que el miedo es un recurso muy valioso para prepararse ante una amenaza, pero que puede convertirse en una emoción negativa debido a la desinformación.

- Identificar riesgos y hablarlos en familia.

- Establecer alternativas ante situaciones peligrosas como herramientas digitales y físicas (uso de aplicaciones en celular, herramientas de protección como gases, teasers o paralizadores).

- Tener momentos para relajarse.

- Convivir con personas con quienes se puedan establecer vínculos basados en la confianza, sobre todo ante la necesidad de pedir ayuda.

- Buscar con quienes poder expresar emociones, ideas y pensamientos sin miedo a sentirse expuestas o juzgadas

- Definir acciones con las que te puedas sentir en control de la situación como decidir caminos seguros y definir horarios seguros.

- Informarse correctamente con noticias que respondan de manera profesional al qué fue lo que pasó.

Fuentes: Psicoterapeutas Tayde Sánchez y Guillermo Rocha.