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De la chatarra al libro

En esta novela, afirma el autor, el primer reto estuvo en encontrar una estructura narrativa que sirviera a sus propósitos.
sábado, 12 de marzo de 2022
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Agencia/Reforma

La anécdota principal de El corredor o las almas que lleva el diablo, afirma su autor Alejandro Vázquez Ortiz, se podría resumir en una carrera ilegal entre Monterrey y Saltillo, auspiciado por el dueño de una fundidora.

A lo largo de esta carrera, agrega, se van conociendo los personajes, sus historias, rivalidades, deseos y sus límites. Y claro, Monterrey como escenario, sus calles, su temperamento industrial, están presentes.

Hay vasos comunicantes entre esta novela y la anterior, El emisario o la lección de los animales, así como el libro de relatos Yonque: "Se podría decir que es un mismo mundo, donde vemos aparecer distintas historias, entreverándose en algunos puntos, separándose abismalmente en otros.

Se parecen en el mundo roto y hostil que somete a los personajes a una violencia estructural.

Asisten a ella y apenas la cuestionan. La diferencia acaso estaría en el tema y el tratamiento: antes el narco, ahora la velocidad, y el tratamiento: antes centrándome en un personaje, ahora abriendo un abanico de ellos y operarlos y manejarlos en esta estructura".

En esta novela, afirma, el primer reto estuvo en encontrar una estructura narrativa que sirviera a sus propósitos.

"Para lo que al final opté por una estructura brechtiana, precisamente para darle un contrapeso al desarrollo lineal de una carrera.

Así los espectadores van encontrando trozos de acción que tienen que ordenar para descifrar la posición en la cronología.

Y dos, la de congeniar la multitud de personajes que habitan las páginas. Seis corredores y otros tantos personajes que aparecen entre las páginas para que cada uno tenga su peso específico y su destino".

- Hay una propuesta estética fundamentada en coches.

"Trabajo en esto desde hace más de 10 años. Me sé las partes de los motores de cabo a rabo y los motores más famosos. Ya había algo de eso en El emisario.

Donde la camioneta, era un personaje más. Cuando empecé a escribir esta novela, mi idea era que los personajes fueran realmente los vehículos.

Como si las personas sólo estuvieran ahí para imprimirles un hálito.

"Mi conocimiento sobre el tema me facilitó las cosas, pero también es verdad que siempre he visto algo estético y metafórico en patio de chatarra.

También creo que hay signos trazados en nuestras avenidas que es nuestro deber descifrar. No por nada Nuevo León ostenta, desde hace mucho tiempo, el primer lugar en accidentes automovilísticos del país.

Si vas a las estadísticas son sorprendentes: en el 2021, el Estado tuvo el 21.23 por ciento de los accidentes del país. El segundo lugar es Chihuahua y sólo tuvo 7.35 por ciento".

- La violencia, de nuevo, está presente en esta novela.

"Creo que es lo más violento que he escrito (y probablemente no escribiré nada tan violento después). Así tenía que ser.

Aunque es otra forma de violencia (no es como la de la Guerra del Narco).

La violencia que se retrata en El corredor es una violencia estructural, aceptada, cotidiana. Aunque comparte con la del narco la de ser promovida por una especie de turbocapitalismo.

Hay un aire marcial en el avance de nuestros tractocamiones. Esta violencia contenida, hostilidad mediatizada por la tecnología: el insulto gratuito entre automovilistas es su manifestación más inocua.

Pero creo que todos hemos visto ejemplos más salvajes".

Vázquez procura no pensar en las "millas" que ha recorrido con su obra hasta el momento.

"Mi labor está antes de que la obra se publique. Hay que controlar los procesos, no los resultados.

Lo que siga después de publicada una obra ya no me corresponde.

Lo que hago, en ocasiones, es mortificarme por pensar que debí de haber hecho las cosas de otra manera en tal o cual escrito.

Tampoco me quiebro la cabeza.

Si el proceso ya pasó, mejor dejarlo estar. ¡Es mejor pensar en lo que viene

 

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