REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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La cimiente es la Palabra de Dios

“Y lo caído en la buena tierra, son aquellos que oyeron el corazón recto y bien dispuesto y guardan consigo la palabra y dan fruto en la perseverancia” (Lc. 8, 15)
domingo, 7 de febrero de 2021
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Reza San Pablo; “Dios dio el crecimiento” ¡Sí!, Dio el crecimiento de la espiritualidad al cristiano católico, la predicación evangélica impartida en el mundo por Jesucristo Nuestro Señor Segunda persona de la Santísima Trinidad, fue Él quien cumpliendo la misión encomendada por Dios su amado Padre, sembró la semilla de la verdad eterna en todo hijo creado por su divina voluntad, es a todos los que han pasado, los que vivimos y vendrán al mundo, no dejó dejara que fluya su misericordia, virtud que le inclina en todo momento a compadecerse de los sufrimientos y miserias que envuelven a las almas agobiadas por el pecado.

La semilla de la fe es la fuente que no cesa de derramar en cada uno su palabra divina, es la cimiente que abriga en el corazón su abundancia y riqueza espiritual, su palabra que convierte a las almas en la tierra fértil dispuesta a recibir la semilla de la gracia santificante.

La obra de Dios siempre será la del sembrador pertinaz, que nunca deja de sembrar en el interior de las almas la necesidad de su salvación, y esta sea obtenida, es deber del pecador aunque no quiera aceptar la obligación de todo ser humano creado por Dios salvarse, la salvación del alma es de todos y para todos esforzarse ganarla, ninguna persona debe negarse su salvación porque esta de darse es eterna, que lo que no se comprende en este mundo lo que significa para siempre, por lo tanto no hay justificación que Dios acepte al decir el escéptico: “Yo no quiero tener problemas para tener que salvar mi alma, déjenme fuera de sus cosas”.

A pesar de esa incomprensible actitud y comportamiento de la miseria humana, el auxilio no se detendrá por parte de Dios, porque entrega los bienes para la salvación de las almas en todo momento a las criaturas que pasan por el mundo, es para quien es débil en la fe y no tiene confianza en el Señor, da su confianza para que él tenga confianza en su Señor; ayuda a razonar el error en que ha caído, anima a no despreciar su benevolencia, sino a ganarla; lo es con aquel que no queriendo quedarse solo en ese rechazo a Dios viene en ese temeroso la acción que inspira el diablo expulsado del alma limpia, vuelve con otros siete peores que él para apoderarse de esa alma, así el incrédulo busca otros como él que carecen de fe y se den a quitar el valor divino de la obra de Dios en otras almas desprestigiando su divinidad irónicamente como si su doctrina fuera cosa de los seres humanos, con escarnios y mofas levantan ámpula, levantan por la murmuración que escandaliza, exaltan la frivolidad en los vacíos de fe, así van engrosando las filas de incrédulos, descreídos e impíos que al voltear al mundo vemos muchedumbre de ellos todos hacen causa común creyendo que siendo muchos han constituido una fuerza contra Dios, conozcamos lo que guarda la incredulidad en su mente y corazón; ¿Cómo es posible que en la inmensa cantidad de millones de personas que habitan el globo terráqueo se siembre su doctrina y conozca si la cumplen? ¿Cómo es posible que tenga conocimiento de lo que piensan o han hecho de bueno o malo tantas personas? Se invita a razonar y recapacitar; Dios es una realidad que se impone, Dios es omnipotente, y la definición nos explica de ello que todo lo puede, y por lo tanto es atributo sólo de Dios, y aquel infeliz que comentó, “por favor a poco tanto control, no es cierto”.

Muestra la insensatez irreflexiva de una conducta perversa. La duda es la tentación que desconcierta los principios espirituales, morales, personales y todo lo que es bien en la persona, al tolerarse será como bola de nieve que conforme avanza cuesta abajo crece hasta que choca y las consecuencias no son de mucho imaginar, por ello, la duda envuelve cuando la semilla depositada por Dios no se quiere enraizar en el corazón, continuando con la irrealidad que distorsiona las convicciones por su fragilidad, al incrédulo se le recomienda hacer lugar en su entendimiento a la sentencia del Hijo de Dios; “Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada”.


¿Cómo enseñó Jesucristo Nuestro Señor a sembrar su palabra en las almas? En el pasaje evangélico del mandamiento principal está su Cátedra; “Uno de ellos, doctor de la Ley, le propuso está cuestión para tentarlo”.

Deteniéndose un poco a pensar la actitud irreverente de la gente del sanedrín que con intención actúan para ver si podían hacerle contradecir así desprestigiarlo ante el pueblo, pero eso de intentan tentar a Dios, de entrada es una atrevida actitud contradictoria por parte de este sacerdote como de todos aquellos que intentan lo mismo de seducir al error a Dios, la triste realidad que vemos en este hombre, también se ve en todo ser humano al creer que sus actos malos nadie los ve ni los conoce, que los engaños nadie los nota, la infidelidad siendo entre dos creer que nadie se dará por enterado, el hijo que a escondidas toma dinero de la cartera de sus padres creyendo que nadie lo ve, todo el que obra de esta manera debiera detenerse, porque si cree que nadie le ve lo que hace de palabra, obra y pensamiento, entienda, Dios ve todo y ve cómo va al camino de perdición eterna, la enseñanza de Dios da cosas buenas, o sea, de la incredulidad da la credulidad, que el afectado acepte o no, es cuestión de conciencia; si la toma y se arrepiente es porque reconoció su error y aunque no lo rectifique o se retracte el libre albedrio le inclinará a lo correcto o seguirá en el mismo camino.
Continuando con el Evangelista, pregunta el doctor; “Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la Ley?, haciendo una pausa a la pregunta para atraer la atención de la muchedumbre que el Señor esperaba, se dispuso responder para mostrar a todos los siglos la Cátedra perfecta de su enseñanza, en ella muestra la dulzura benevolente de la perfección del mandamiento que viene del Hijo de Dios, quede comprendido, la respuesta no solo fue a los ahí reunidos, no para el doctor fue para todos los tiempos, el doctor fue un mero instrumento de Dios para difundir su doctrina y mandamiento, dio a conocer cómo debe ser sembrada la semilla de la fe que fructifique en las almas.

La contestación de Jesucristo Nuestro Señor debió conmover a ese doctor y más de alguno; “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu”.

He aquí como Jesucristo Nuestro Señor manifiesto la cimiente es la palabra de Dios, desde luego no hubo señalamiento alguno de error, ¡Claro! Dios siendo Dios jamás se equivoca, quienes nos equivocamos somos nosotros.
Cristo Nuestro Señor enseña por medio de parábolas, tiene una razón el cambio de forma de enseñanza basada en la fuerza de su palabra; “Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni comprenden” De las parábolas se sirvió con frecuencia para despertar y atraer la atención en sus oyentes sobre la doctrina que predica, la muchedumbre que le sigue no encuentra respuesta a su predicación que por lo general está adaptada a la actividad y costumbre de la región donde se encontraba, siendo real en la gente la necesidad espiritual y que su comportamiento ofende a Dios, llegaban a la conclusión de corregir su conducta de no ser así no tendrán participación de las promesas que el Señor les da a conocer, no expuso puntos de su doctrina con claridad porque no entenderían lo tomarían a la ligera, perdiendo interés, por ello quiere se atienda la profecía de Isaías 765 años a de C; “Oiréis pero no comprenderéis, veréis y no conoceréis.

Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, y sus oídos oyen mal, y cierran los ojos de miedo que vean con sus ojos, y oigan con sus oídos, y comprendan con su corazón, se conviertan y Yo los sane”.

La profecía muestra a la cerrazón del pueblo que Jesús vendrá a salvar del pecado, ya en ese tiempo se negaba escuchar la palabra de Dios, no nos alarmemos de ellos, alarmémonos de la humanidad que está en este siglo, la profecía de Isaías se extiende a la humanidad de hoy, su sentencia la vemos en los millones de personas que habitan el planeta; ¿Qué ha pasado que ya no son cimiente a recibir la palabra de Dios? Así, como fue ayer hoy no se escucha, de escucharse es sin interés, no hay deseo de querer comprender su palabra menos guardarla en el corazón, menos ser guía de vida en este mundo, dado que el Señor conoce el sentir al interior de las almas de su enseñanza conoce la falta de interés y no hay cabida en su interior a reconocer su divinidad, esto ve y más en cada persona que dice seguirle, por ello prefirió la enseñanza por parábolas, así la gente escucharía y al volver a su lugar de origen iría repasando en la mente o en comentarios lo que no entendían llegando por sí solos a entender el contenido que de momento no encontraron razón, en ese mascullar la parábola al comprenderla tomarla como norma de vida así debió ser en algunos, pero como es la conducta humana en nuestro siglo XXI, todos continuaron igual.

Con este conocimiento vamos a la parábola del sembrador; “Como se juntase una gran multitud, y además los que venían a Él de todas las ciudades, dijo en parábola; “El sembrador salió a sembrar su simiente.

Y al sembrar, una semilla cayó a lo largo del camino; y fue pisada y la comieron las aves del cielo; Otra cayó en la piedra y, nacida, se secó por no tener humedad”; Otra cayó en medio de los abrojos, y los abrojos, que nacieron juntamente con ella, la sofocaron”.

Y otra cayó en buena tierra, y brotando dio fruto centuplicado. Diciendo esto clamó: ¡Quien tiene oídos para oír, oiga!”.

Tenemos A la vista cuatro señalamientos y al final una sentencia. Muchos dirán: “Eso no es conmigo, haya los que dicen querer salvarse”, Lamentable actitud pensar así, error grave querer desmarcarse de una verdad que ningún ser humano puede hacerlo o querer decir “¡Yo no!” En ello estamos todos.

En la parábola del sembrador Cristo Nuestro Señor da oportunidad a profundizar en ella en especial al incrédulo, al pecador, al impío, descreído como al escéptico y cuanta clase de corrientes de pensamiento como de personas negadoras de la divinidad del Señor dan conocer su actitud con relación a su palabra que como Dios en forma de semilla desea depositar en su corazón.


El sembrador es el Señor, la semilla su doctrina, al predicarla se rechaza lanzándola fuera del camino de la vida por el ser humano: “¡Que otro la escuche si le interesa!”, ¡No la quiero! Entonces vendrán los ángeles del demonio y se posesionaran de esa alma; la segunda, la palabra del Señor va directa al corazón a que se inflame de amor por amarle y servirle, pero su corazón es una piedra endurecida por la inmoralidad, vicio, drogadicción, depravación y todo envilecimiento, la palabra del Señor busca ahondar en esa dureza, pero la obstinación hace persista en la necedad; La tercera, cae en el abrojo una mala hierba engañosa, se presenta en principio la semilla al salir por sobre la superficie asemejándose en aquellos que al oír la palabra del Señor hacen propósitos de enmienda, de oración y hacer obras buenas, en fin múltiples propósitos que se desvanecen, atraídos por los disfrutes y tentaciones que ofrece el mundo, se prefiere seguirlo dejando para un después que nunca llegará los propósito que lo animaron, fue un arranque de caballo de carrera y parar de mula; pocos son los que la reciben y se disponen conservarla para alimentarse de ella cada día de la vida y sea el Señor punto central de buenas obras según la disposición que por ellas se realiza, atrayendo la palabra del Señor; “Muchos son los llamados y pocos los elegidos”.

Está parte es para quienes por su fe y confianza en Dios quieran ser de los elegidos es ganarse esa selección.
Y como en esos pocos están sus discípulos acercándose al Señor le dieron a conocer el deseo de que les explicará la parábola, enseñanza que escucharon, obvio que les emociono quedando guardada en su interior para el m omento en que a la venida del Espíritu Santo será recordado este misterio del Señor, comprendido y dispuesto a la evangelización a ellos confiada del mundo.

Imaginemos el cuadro esplendoroso donde el Divino Maestro reunido con sus discípulos se dispone paciente a explicar la enseñanza doctrinal que recibirán de su Maestro; “Sus discípulos le preguntaron lo que significaba está parábola;” Les dijo: A vosotros ha sido dado a conocer los misterios del reino de Dios; en cuanto a los demás (se les habla) por parábolas para que, mirando, no vean; y oyendo no entiendan”.

El Señor instruye, de ello San Gregorio explica;” Él Señor se dignó exponer lo que decía, para que aprendamos nosotros a buscar el sentido de lo que por sí mismo no quiso explicar” Por ello comprendemos será irremplazable todo comentario legítimo que se haga a la palabra de Dios y dijo el Señor a sus discípulos; “La Parábola es esta: La simiente es la palabra de Dios”.

Revelada por Él la comunica a todos los seres humanos la palabra confiada por Dios Padre a su amado hijo y Él a sus Apóstoles y de ahí a sus sucesores.

Comparemos su palabra a una semilla que es el Evangelio, convertido en la fuerza de Dios para salvación de las almas, reza San Pablo; “Porque en Él se revela la justicia que es de Dios, mediante fe para fe, según esta escrito: El justo vivirá por la fe”.


“Los de junto al camino, son los que han oído; más luego viene el diablo, y saca afuera del corazón la palabra para que no crean y se salven”.

Con relación a su doctrina, mandamiento y evangelio que vienen de su palabra, ante el primer obstáculo todo impulso eufórico de “Yo cambiaré”, “Me confesaré”, “Haré mis oraciones” y más viene al suelo cuando el demonio presenta la tentación sugestiva la siguió y se perdió.

“La de la sobre la piedra, son aquellos que al oír la palabra la reciben con gusto, pero carecen de raíz; creen por un tiempo, y a la hora de la prueba, apostatan”.

Esos llegan a practicar el bien, este bien no da raíces profundas en el corazón, cuando viene la tribulación, persecución y el escándalo se cohíben huyen del buen propósito prefieren estar apartados de Dios.


“Lo caído entre los abrojos, son los que oyen, más siguiendo su camino son sofocados por los afanes de la riqueza y los placeres de la vida, y no llegan a madurar” Ese hizo actos, pero la debilidad le distrajeron en las cosas de la vida y todo propósito fue estéril al distraerse en cosas de ningún valor.
“Y lo caído en la buena tierra, son aquellos que oyeron el corazón recto y bien dispuesto y guardan consigo la palabra y dan fruto en la perseverancia”.

¿Cómo habremos de hacer para que nuestro corazón sea buena tierra? Que siempre esté dispuesta con amor a recibir la semilla de su palabra; a esforzarse luchando por ser una tierra fértil humedecida por la gracia de Dios, labrada y abonada con el cuidado perseverante, vigilar que no venga el diablo a robar de la semilla el fruto, hacer de lado la cizaña de la vanidad, codicia y malas concupiscencias, mantener a raya a los enemigos interiores del cuerpo resistiéndose de ellos, evitar el endurecimiento del corazón no caer en los excesivos cuidados.

Conservar el alma en condiciones de que la semilla sembrada en ella fructifique en obras como reza el Padre Nuestro; “Danos el pan de cada día” Por lo que se habrá de retener que la cimiente es la palabra de Dios, y quien así se empeñe en ello dirá el Señor: “Venid a mi bendito de mi Padre”.
hefelira@yahoo.com

 

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