REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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Mi reino no es de este mundo

 “Entonces Pilato le dijo: ¿Luego Rey eres tú? Respondió Jesús: Tú dices que Yo soy Rey. Yo para esto nací, y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad: todo aquél que es de verdad, escucha mi voz” (Jn 18, 37)
domingo, 25 de octubre de 2020
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“¡Christus vincit! Christus regnat! ¡Christus imperat!” Voz vibrar la devoción en el corazón del cristiano católico, emerge el sentimiento de alabanza que confiesa y acepta motivado por la fe al reconocimiento de su divina realeza manifestada por el alma noble y generosa, es la voz suplicante que nace del amor a Dios Nuestro Señor, es la evocación de agradecimiento a su obra de redención porque cree en su Santísimo Hijo Jesucristo, por ello lo alaba y magnifica hoy y para siempre Rey de Reyes y Señor de Señores, en una sencilla oración el cristiano católico aflora de su interior lo que guarda, vive y siente en lo profundo de su alma al expresar con la fuerza de la fe: “¡Cristo vence! ¡Cristo reina! ¡Cristo impera! ¡Viva Cristo Rey!” La oración llevada por los vientos se esparce a los cielos glorificando una y otra vez a nuestro Creador se pasea la esclarecida expresión por las Serranías, valles y campos, ciudades, mares y litorales de este México nuestro a pesar de estar infestado por las maldades de pecadores y de tanta aberración moral e incongruencias en todos los órdenes de la vida.

El cristiano católico vive con esperanza la solemnidad de Cristo Rey, Nuestra Santa Madre Iglesia en su sabiduría, nos conduce a hacer propia la primordial perseverancia de la presencia intima de Cristo Rey al interior del corazón.

Así como es necesidad el alimento para conservar la existencia, así también es el sustento espiritual para satisfacer lo que ocupa cada persona, por eso es tener cuidado que al hacerlo no se de paso al exceso, ya no de una necesidad sino salirse de lo normal y de lo lícito, perder la realidad de una necesidad normal a la demasía, luego a la exageración y de ahí a la violencia de poseer más, ¿Y la necesidad del principio? Olvidada.

¿Por qué? Porque la vida promiscua enreda como tela de araña el alma y sus potencias (memoria, entendimiento y voluntad), alejado de Dios su Creador.

Por propia culpa el pecador mantiene en esa distancia un flagrante engaño que habrá de comprenderse; Cristo Rey en su venida al mundo fue su pasión, crucifixión y muerte el medio por el que las almas ahora sean súbditos del Rey misericordioso y benigno, a pesar de ver el alejamiento no guarda ningún rencor por ese desprecio, es Dios de bondad en vida del pecador y justicia en la otra vida, en vida quiere oír el arrepentimiento del pecador, Dios es benévolo da incesantes medios a todos los súbditos a pesar de los males sacrílegos contra su divinidad obra, el perdonará, aunque la rebeldía por estas palabras encienda la ira de no querer recibir su misericordia la paciencia ilimitada espera el arrepentimiento o por el rechazo verá a esa alma condenarse, el perdón al arrepentido está en seguir los pasos de Cristo Rey, porque su misericordia latente levantará el alma a la bienaventuranza eterna, el deseo de nuestro Salvador, ¿Y el del pecador?
El Papa Pío XI atendiendo a la necesidad de salvación y a la pérdida de la espiritualidad instituyó para todos los tiempos el bien de las almas un 11 de diciembre de 1925 para que se celebre anualmente el último domingo de octubre la Fiesta de Cristo Rey, que se ha cumplido a través de 95 años estando por gracia de Dios casi a un siglo del momento que lo dispuso en Carta Encíclica “Quas Primas”.

La Iglesia Católica cumple la celebración que no sólo es importante y trascendente sino necesaria para manifestar con ella el cristianismo católico con gozo este día unido en un deber de voluntades y un solo corazón admitir, aceptar y acatar la disposición pontificia al reconocimiento de quien es Nuestro Rey de la Gloria, porque es y será para siempre digno de alabanza, de nuestra parte agradeciendo y ratificando la divinidad de Jesús al proclamar la Realeza de Cristo como Rey que nos ha dado el cielo, quedando comprendido el valor de salvación cuando dijo; “Mi reino no es de este mundo” Palabra que perpetúa la verdad de que su reino no es del mundo, es de los cielos, de la eternidad por lo tanto no vino a quitar, desaparecer o imponer dominio temporal en los reinos mortales Él que da el celestial.

Creador de cielos, tierra y el universo, la realeza de nuestro Redentor es de fe creer, esta a todos los seres humanos, afirma el Papa León XIII; “El imperio de Cristo se extiende no solo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia, aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, (católica) de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano” La Realeza de Cristo Rey incluye todas las almas sin excepción, los que habiendo estado a su lado se han alejado, al pecador recalcitrante que cerrando el corazón a su Rey y Señor nuestro, no da señalamientos de su separación, se recomendable atender la palabra del Pontífice; “Bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano” Gracia para el súbdito que se goza, lamentable para el que niega ser súbdito de Cristo Rey no tenido la gracia de comprenderlo.
En la Encíclica “Quas Primas” el Papa Pío XI destaca elevando el valor doctrinario de los libros del Nuevo Testamento puntos que resplandecen y confirman la doctrina sobre la Realeza de Cristo Rey, y lo expone; “En este punto, y pasando por alto el mensaje del arcángel, por el cual fue advertida la Virgen que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David su padre y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin, es el mismo Cristo el que da testimonio de su realeza, pues ora en su último discurso al pueblo, al hablar del premio a los justos y de las penas reservadas perpetuamente a los réprobos; ora al responder al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era Rey; ora, finalmente, después de su resurrección, al encomendar a los apóstoles el encargo de enseñar y bautizar a todas las gentes, siempre y en toda ocasión oportuna se atribuyó el título de Rey y públicamente confirmó que es Rey, y solemnemente declaró que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Con las cuales palabras, ¿qué otra cosa se significa sino la grandeza de su poder y la extensión infinita de su reino? Por lo tanto, no es de maravillar que San Juan le llame Príncipe de los reyes de la tierra y que El mismo, conforme a la visión apocalíptica, lleve escrito en su vestido y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de los que dominan.

Puesto que el Padre constituyó a Cristo heredero universal de todas las cosas, menester es que reine Cristo hasta que, al fin de los siglos, ponga bajo los pies del trono de Dios a todos sus enemigos”.

La revelación del Espíritu Santo en los Santos Evangelios incluidos en el Nuevo Testamento confiesan cuando Cristo Nuestro Señor dijo a Pilatos; “Mi reino no es de este mundo” Apreciamos la manifestación que de su realeza expuso a todos los siglos, el cielo se conmovió y el corazón de María la Madre de Jesús lo vivió ese instante, en efecto tiene un reino que no pertenece al mundo de los seres humanos, ese mundo de su reino lo conocerán los que han venido a el cuando al entregar su alma al Padre fueron dignos de ello.

¿Cuáles serán los dignos? Los que tuvieron fe y confianza en su Rey, los que hicieron divisa de su obra exclamando a viva voz y en lo profundo de su corazón: ¡Cristo vence! Y en ellos la tentación fue vencida; ¡Cristo reina! Y por su deseo atrajeron al Rey e hizo morada en el corazón del súbdito; ¡Cristo impera! Predomino en el centro de sus actos y de su obrar siendo fiel a su Rey.
Aún ahondemos en ello, Nuestro Señor jamás fue tan claro con la gente del sanedrín porque no tenían merecimientos para ello, les dio a entender para que por sí mismos razonaran que su divinidad es real y verdadera y de su parte dar la respuesta afirmativa a lo que en sus palabras daba a conocer de su realeza, pero los pontífices, sacerdotes, escribas, fariseos, herodianos y demás sectas judías en su mente jamás paso reconocer a quien bien sabían tenían frente a sí, su odio bullía en su corazón la oscuridad de la soberbia maligna los ato a su incredulidad, a pesar de que Jesucristo Nuestro Señor dio paso a todos a ser reconocida su dignidad y su realeza, no lo hicieron, a quien se le permitió preguntar fue a un gentil romano, Pilatos, y no porque tuviera méritos, él era pagano que nada creía de Él, al hablarle de su realeza con claridad fue una afrenta al pueblo elegido que nunca hizo esa pregunta, ese pagano pregunta con precisión al Hijo de Dios; “¿Eres tú el rey de los judíos?” El Señor responde lo que nunca entendió Pilatos; “Mi reino no es de este mundo” Y Pilatos ahondó: “¿Luego tú eres rey?” Y la respuesta fue clara, real y hermosa, excelsa y sublime; “Tú dices que Yo soy Rey.

Yo para esto nací, y para eso vine al mundo” La palabra de Dios, verdad eterna y única, no admite punto de discusión menos contradicción, sino esforzarse a ser digno súbdito de Cristo Rey.
Los versículos ilustran cuando Jesucristo Nuestro Señor está ante Pilato define con veracidad y claridad, lucidez y exactitud, majestad y magnificencia decir que vino al mundo a reinar en el corazón de todo ser humano por lo que Él es Rey de las almas y los corazones, de las conciencias y las voluntades, su derecho sobre todas las cosas, sobre cada persona y las naciones, a Él es el poder y la gloria, comprendemos: ¡Todo está sujeto a Él! Profundizando el pasaje del Evangelio donde Jesucristo Nuestro Señor está en el Pretorio con Pilatos, debió ser un momento de agitación y confusión hecho a propósito por los judíos del sanedrín que azuzan al pueblo judío, presionando contra Nuestro Señor la muerte de cruz lanzando insultos, burlas mordaces, acusaciones falsas y exclamaciones abominables con lo que entretienen a una plebe que no sabe de su divinidad, han escuchado su doctrina, mandamientos, presenciado sus prodigiosos milagros de lo que nada quedó en ellos e hizo de lado, ahora ese pueblo lo acusa de malhechor cuando ocho días antes lo aclamó Rey.
De la casa de Caifás el Señor es llevado de madrugada al pretorio a Pilatos, suscita una serie de acusaciones del sanedrín, preguntas y aclaraciones del Tribuno Romano del por qué lo han traído ante Él, las acusaciones y razones de los pontífices no lo convencen, sabe que los mueve la envidia contra el que acusan, no debía dar crédito a los que odian a Roma y falsamente se fingen celosos guardianes de poder imperial y del César, por lo que va a preguntar a Jesucristo Nuestro Señor; “Volvió pues a entrar Pilato en el Pretorio, y llamó a Jesús, y le dijo: ¿Eres tú el rey de los judíos? “Pregunta que no fue escuchada por el sanedrín ni la plebe, fue un interrogatorio privado.

Lo que Pilatos no conocía es que Jesucristo Nuestro Señor es el Mesías esperado por lo que le acusan, en efecto es el Rey no sólo de los judíos sino Rey del mundo y el universo.


Continúa el Evangelista; “Respondió Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de Mí?” Dio a entender Nuestro Señor a Pilatos, eso que te han dicho mis enemigos de Mí, tú como gobernador puedes informarte si he dicho alguna palabra que de indicio o sospecha que vaya contra el Estado; pon atención a mis acusadores para que no te sorprendan abusando de tu demasiada credulidad.

Advertencia de considerar lo que a muchos nos pasa cuando se nos reclama algo de quien catalogamos bajo y se desdeña su comentario. Nuestro Señor persuade a Pilatos buscar lo que quiere saber, visiblemente contrariado en su orgullo romano suponerse estar envuelto en la acusación del sanedrín a los que aborrece, su reacción se ve en la contestación; “Respondió Pilato: ¿Soy acaso yo judío? Tu nación, y los pontífices te han puesto en mis manos: ¿Qué has hecho?” Antes de responder la pregunta de Pilatos, vendría a la memoria de Nuestro Señor con amargura estas palabras de Pilatos, veamos la razón; Jesucristo Nuestro Señor el Dios de Israel vino a salvarlo del pecado, hizo de él un pueblo escogido de entre los demás del mundo durante siglos, lo salvo del diluvio universal, de errores y crímenes, lo cuido a través de siglos con amor de Padre, ahora su pueblo lo entrega a un gentil para que lo sentencie a muerte de criminal que no es para Él, a pesar de ello será crucificado, el tribunal de su pueblo injusto lo acusan de pervertir a la nación judía, cuando que los pervertidores eran ellos, Jesús vino a salvarles; vedar el pagó al César, una flagrante mentira, dejo claro que a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César, eso no es conspiración; ellos en su acusación no quisieron ver la realidad de múltiples ocasiones escuchar del Señor su divinidad y realeza, aparentando no entender lo que entendían, la soberbia maligna los hacia rechazar, lo acusan de decir que es el Rey de los judíos.

Nuestro Señor no presumió su realeza, la expuso en ocasiones que muchos creyeron la samaritana, el centurión, el hijo del regulo, Magdalena y Martha como otros, la acusación deja ver que el sanedrín sabía quién era Jesucristo Nuestro Señor, de su realidad se valieron para acusarlo, a Pilatos la acusación no le importo, lo que si fue de su atención: “Diciendo que es el Rey de los judíos”.


“Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo fuera mi reino, mis ministros sin duda pelearían, para que Yo no fuera entregado a los judíos: más ahora mi reino no es de aquí” Al momento queda entendida que la acusación de los judíos es una calumnia sin fundamente; “Mi reino no es de este mundo” El reinado de Jesucristo Nuestro Señor es de verdad, de justicia y santidad, su reino no es como el de los reyes de la tierra.

Pilatos no entendió el origen del Reino del que habla y su incredulidad no le concede entender que es reino es de verdad, es celestial y su naturaleza es espiritual.

Al fin pagano, lo que haya intuido de esta idea quedo en él calificada como ilusorio.
Ese reinado para Pilatos era sin trascendencia, era del cielo no de la tierra, lo segundo importaba, lo primero soñador, aun así, quiere dejar claro lo de Rey; “Entonces Pilato le dijo: ¿Luego rey eres tú? Respondió Jesús: Tú dices que Yo soy Rey.

Yo para esto nací, y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad: todo aquel que es la verdad, escucha mi voz” Llego al punto Pilatos, este hombre es inofensivo, lo califica de soñador, especulativo, cree tener dominio o ventaja sobre los demás y por eso se llama rey.

¿Y el cristiano católico que contesta? Su respuesta es una expresión de fuerza que nace del corazón; ¡Cristo vence! ¡Cristo reina! ¡Cristo impera! Y ratificando su fe y confianza aviva mas la voz; “¡Viva Cristo Rey! Y completando la divisa de amor ¡Viva la siempre virgen, Santa María de Guadalupe! Como atraída por los vientos de siglos pasados las palabras hoy menospreciadas, de las que seria al ser humano de este tiempo hacer un alto para profundizar en ella encontrar la verdad de su paso por el mundo y no como Pilatos desestimando; “Pilato dice: ¿Qué cosa es verdad? “Nunca la vio porque no la merecía, estaba ahí delante de sus ojos, reaccionando de nuestra parte, no vaya a sucedernos lo mismo cuando envanecidos del mundo lo desconocemos, su voz vendrá al corazón; Hijo mío, recuerda: “Mi reino no es de este mundo”.
hefelira@yahoo.com

 

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