REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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Nadie ama como Dios ama

“Sí, pues, estás presentando tu ofrenda sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte” (Mt 5 23)
domingo, 5 de julio de 2020
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Explica San Pablo el fundamento del amor de Dios; “Ni puede ver el ojo, ni oír el oído, ni comprender el corazón del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le aman” Muchas personas carentes de fe y de la gracia, su inteligencia no abarca el conocimiento a la obra de Jesucristo Nuestro Señor, que el evangelista da a conocer sobre la existencia del amor de Dios, este cuando es percibido por el alma en su interior es debido a la fe y la gracia se esfuerza espiritualmente hasta sentir que ha hecho propio el amor de Dios, persevera en él y lo conserva, verdad que debiera ser entendida, comprendida y retenida en todo hijo de Dios: nadie ama como Dios ama, ¿A quién ama? A todas las almas sin excepción, el amor de Dios no es como el sentimiento intenso entre los seres humanos, que parte de una necesidad de cual se carece, se busca el encuentro y unión con otro ser para sentirse seguro, de donde nace el sentimiento cordial, sensible y cálido que rodea las nobles aspiraciones entre las personas; el amor de Dios, este es diferente, en primer término surge de su corazón, porque Dios es creador de toda creatura que existe en el mundo y el universo, jamás destruirá lo que ha creado pues lo ha creado con amor, celo y esmero para bien de las almas que es la salvación eterna, además de ello conlleva un ramillete que no se mueve sino por el bien de las almas y estas deben obtenerlos.

Dios Nuestro Señor deposita tantos bienes como sea posible para que el pecador los aplique en el obrar diario, y se encuentre en Cristo Nuestro Señor; “El camino y la verdad y la vida” El bien del alma no es exclusivo para unos pocos, el recibirlos es para todos, pero que todos escuchen el llamado es el gran problema, reza el evangelio; “Porque muchos son llamados, más pocos escogidos” El llamado es sin exceptuar a nadie, pero que esos todos atiendan el llamado de Dios son pocos, así es como así mismas las personas se excluyéndose a voluntad se alejan de la palabra del Señor de acuerdo a la forma de vida que llevan, pero luchar por acercarse y no perder lugar pasa a ser de los pocos.
De nuestra parte es imitar a Jesucristo Nuestro Señor manteniendo en nuestro ser el nivel de compasión, de amor fraterno y de misericordia que tenemos depositados en el corazón al prójimo, disponerse reconocer que Dios Nuestro Señor comparte los bienes espirituales y temporales con cada persona, y de ellos somos responsables ante Él de lo bien o mal que sean aplicados, deduciendo que en su mandamiento legisla y da la sentencia en lo que es un acto de su misericordia y de su justicia, por ello dictamina la gravedad que da a saber: no se debe atentar contra la vida de nuestros hermanos, sino también de toda falta de palabra, obra y pensamiento contra el prójimo.

Dios Nuestro Señor deposita los bienes del alma y conforme las circunstancias de la vida, esto es, cuando en la edad y la madurez, la conciencia reacciona cuando saltan en el corazón los males y los bienes, ya que nuestra vida no sigue una férrea dirección, sino que la naturaleza humana cambia, modifica y transforma, limita y altera obras y actos en el sentido de la santidad o inclinación a lo no debido, de acuerdo a ello el bien corrige y la gracia conserva, por eso es meditar la razón que ilustra el Santo Cura de Ars: “Si el Señor nos revelara de golpe toda nuestra miseria, moriríamos” Por ello es gradual la enseñanza de su doctrina y mandamientos, es como el niño cuando en su cumpleaños sus padres le llevan un pastel, al verlo el gusto de saborearlo crece y más porque es suyo, quisiera comerlo en un instante, si esto fuera y se dejará que el niño se lo comiera, es posible que lo probaría pero después lo dejaría perdiéndose todo el pastel, pero si sus padres cortan una rebanada y se la come, pide otra y se la dan, puede decir quede bien, gracias.

Bueno sirva este ejemplo para valorar la ilustración que sobre nuestras miserias habla el santo Cura de Ars, y vayamos a encontrar en la enseñanza de Jesucristo Nuestro Señor reconocer: nadie ama como Dios ama, por lo que en el quinto mandamiento manifiesta nuestro deber para con el prójimo es volver bien por mal y ser en todo tiempo obradores de paz, así nuestra relación con Dios Nuestro Señor será ordenada la conducta para con el prójimo.
En el Sermón de la Montaña Jesucristo Nuestro Señor dio a conocer que vino a perfeccionar la Ley Antigua y dijo: “Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento” Y precisamente a está perfección dio un capítulo aparte que invita a una seria meditación sobre el quinto mandamiento: “No matarás” El cual abarca tantas actitudes humanas malogradas de poner en humillación con toda clase de ofensas, amenazas y males al prójimo al que se busca someter a voluntad o nulificar su existencia.

En este siglo más que en los pasados se ha desatado una encarniza y fiereza crueldad contra el prójimo, cuya única solución es arrebatarle la vida cobrando con ella deudas, malos entendidos e intrigas, odios, venganzas, celos y más, creyendo que despojándole de su existencia terrena están solucionados sus “negocios” es mantener sobre el prójimo la prepotencia surgida del poder económico o político, crimen y extorciones.

La enseñanza de Cristo Nuestro Señor es llevarla a la práctica de la vida diaria de la que San Pedro instruye; “Quien quiere amar la vida y ver días felices, aparte su lengua del mal y sus labios de palabras engañosas” De donde habremos de valorar que buscar la paz con empeño y tenacidad no es deseo ni anhelo de la gente mala, ociosa, perversa o egoísta, sino de sabios, que en el Libro de los Proverbios como tratado de la felicidad entrega los más altos y sencillos pero contundentes secretos de la sabiduría, reza; “La senda de los justos es como la luz de la mañana, su resplandor crece hasta ser pleno día.

El camino de los malos, en cambio, es como tinieblas, no saben en qué van a tropezar. (Y tomando como conclusión a esta ilustración) Ante toda cosa guardada guarda tu corazón, porque de él mana la vida” Y quien es la sabiduría increada surgen esta palabra de Jesucristo Nuestro Señor.

La palabra de Dios reza; No matarás” y el mundo dice lo contrario: ¡Matar! Es la contradicción del mal contra el bien, lo malo contra lo bueno, la incitación del diablo contra la palabra de Dios, los primeros vencerán en las cosas del mundo, pero los segundos prevalecerán en la justicia del Señor.

El acto del pecado es contrario a lo que la naturaleza humana en realidad necesita para perdonar con generosidad en su perfección y felicidad.
La enseñanza del Señor surge de apreciar lo profundo de los corazones que como Padre misericordioso conoce los más encerrados secretos, su divina mirada va ahí donde el pecador cree esconder sus asperezas, la presencia de Dios ve lo que el pecador no quiere que vea.

La sabiduría en Dios Nuestro Señor muestra al instante las violaciones a sus mandamientos, doctrina y evangelio del pecador, no hace justicia de ello porque paciente su magnanimidad será motivo de restituir el alma que se alejó, de donde la exigencia de la caridad cristiana católica se extiende a las intenciones más secretas del corazón, dispone ir en busca del hermano injuriado y atraer los ánimos desunidos.

Predica Jesucristo Nuestro Señor; “ Os digo, pues, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” El pueblo Judío como el mundo de hoy creían y creen que salvarían su alma solo observando la Ley antigua, esto es guardar y cumplir con exactitud lo que en ella se manda, sin irse más allá de lo establecido, pero si abusar de su autoridad sobre la gentes del pueblo, hoy es la misma actitud en este mundo infamia del pecado, en la maldad y vileza que está al día en todos los ordenes de la vida, asesinatos, secuestros y extorciones, adulterio, perversiones y drogadicción, ordenar la muerte de aquel por no ser como quiero o no lo quiero me estorba, la mentira induce a privar la vida y arrebatar los bienes ajenos con engaños, viviendo de esta manera, por otra parte de agrede el mandamiento al asistir a la Santa Misa a criticar al prójimo, a tener pensamientos temerarios contra los asistentes, criticar desde la forma de vestir, peinado y demás futilezas, distraídos en pasiones malsanas su oración tiene pensamientos lujuriosos, ¡Claro, no hay fe ni amor a Dios! Por eso no hay la concentración al momento en que participan en la Consagración que vivir la pasión, crucifixión y muerte de Cristo Nuestro Señor, de la predicación del Sacerdote esta la mirada sobre él de forma apremiante a que termine y cuidadosa para ver qué y cómo lo dijo y porque o a quien lo refiere, no se asimila la enseñanza que viene de sus labios, y así como es esto también la oración, se duerme, se cansa, rehúye asistir a todo acto de piedad y menos rezar el Santo rosario, pero eso sí, se quejan de lo que sucede en la sociedad y el mundo sin darse el mínimo acto de caridad fraterna para poner un grano de arena cuando menos con la disposición sincera de su alma, si se quiere componer la vida personal y la que nos rodea del mundo hemos de sufrir, si es necesario por la justicia y seguir sin perturbarnos la práctica del bien, sin ello no hay acceso a Dios.


Entra el Señor en forma directa, clara y contundente al punto donde surgen las calamidades pasionales que exterminan este mundo: nadie tiene derecho a privar de la vida a otra persona, solo Dios dueño de la vida Él puede tomarla y darla, arrebatar la vida al prójimo es un pecado mortal, una infamia sin nombre.

Jesucristo Nuestro Señor imparte su Cátedra sobre la Caridad fraterna; “Oísteis que fue dicho a los antepasados: No matarás: el que matare será reo de condenación” El Hijo de Dios con toda la autoridad recibida de Dios su Padre procede a perfeccionar y completar lo escrito en la antigua Ley de Dios.

Por la misericordia de Dios se constituye en amador de las almas, llamando sus palabras a detener los impulsos que desequilibran la vida del que actúa como del que muere, uno como Caín y el otro como Abel, esto sucede cuando esa acción desvirtúa la fidelidad a Dios dejando que nazca y se avive sin detenerse aflore del corazón a la boca y de ahí al hecho, conocedor de nuestras miserias nos muestra de ellas el rencor, el egocentrismo y la egolatría movidos por una soberbia maligna, previene Jesucristo Nuestro Señor estar atentos como las esclavas que esperaban la llegada del esposo estaban preparadas con recipientes extras para cuando se les terminará el aceite de sus lamparás, está es la misericordiosa prevención que Dios entrega; “Del corazón salen pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias” De ese corazón deben brotar exclamaciones del amor que se profesa a Dios en obras de salvación, también es posible surja la condenación eterna por las cosas malas que en él se forjen.
“Mas Yo os digo: Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano “raca” merece el sanedrín; quien le dice “necio” merece la gehena del fuego” El Señor a legislado sobre las calamidades pasionales surgidas de la soberbia maligna conducen al rencor y odio, al encolerizarse la persona nada impida caer en el pecado gravísimo de arrebatar la vida y que San Agustín Doctor de la Iglesia siguiendo el espíritu del Señor, dice; “Tres grados de faltas y de castigo: El primero es, entrar en cólera por un movimiento interno del corazón; pero sin producirla afuera.

El segundo, decir alguna palabra de desprecio, que manifieste la alteración y movimiento interior. El tercero, cuando ciegos ya de la ira, prorrumpimos en palabras injuriosas contra nuestros hermanos.

A estos tres grados diferentes de pecados, corresponden otros tres géneros de castigos. El primero en el juicio, en donde aun queda lugar al reo para defenderse.

El segundo en el concilio, en ello que se delibera solamente del genero de castigo que se ha de dar al delincuente. El tercero tiene ya cierta la condenación, y determinado el castigo, y sin apelación, puesto que el culpado es condenado al fuego del infierno” Es necesario detener los movimientos de ira, al instante infundir en el corazón el efecto del amor de Dios porque nadie es tan bueno como Nuestro Padre celestial.
La importancia de la corrección a la ofensa hecha al prójimo es delicada para el Señor, dio a conocer en su legislación la importancia del mandamiento: “No matarás” Que permite dejar la ofrenda en el templo para ir el pecador buscar al hermano ofendido a calmar las aguas del resentimiento, es necesario reconocer que cuesta trabajo pedir disculpa y pedir perdón, el “ego” detiene a no hacerlo o la costumbre de pedirlo lo convierte en un estúpido juego, el Señor asiste con su gracia al deseo de quien sincera y limpiamente acude a ofrecer la disculpa, o sea dar el perdón o a pedirlo del error que en su momento fue grave ofensa, arrepentirse de corazón es difícil pero el corazón lo hace cuando logra ser comprensivo, pero cuando en el silencio de su interior aquilata la venganza contra el prójimo, se reconoce de verdad este mal del corazón que si lo quiere, es luchando consigo mismo por amor a Dios dominar los actos en que perdió el buen orden.

Jesucristo Nuestro Señor se goza, porque su legislación no solo es a lo externo de la persona que es bien conocido, Él va a lo profundo del corazón donde parte el bien que se desea, va sobre las facultades del alma a comprender que la cólera contra el prójimo envuelve al pecador inducirlo al homicidio, la ira atrae venganza, por lo que todo hijo de Dios buscará el vivir en armonía por amor a Él.

“Sí, pues, estás presentando tu ofrenda sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte. Deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” Los dirigentes del pueblo judío la restringían a restituir los daños recibidos en dinero; Jesucristo Nuestro Señor muestra que se entiende a todo genero de daño y de ofensas, recomendando la caridad sincera y perfecta.

Penetrando en la palabra de Jesús hasta donde nos permite nuestra inteligencia creada, veamos la meticulosidad y el celo divino, el cuidado y claridad para su comprensión y asimilación es preferible que de estar ante Él en la Iglesia buscar al ofendido y poner el orden que Dios pide en su relación, sino hay disposición en ello mejor no hacerlo, ello agrava el estado del alma en el pecador, de hecho nadie esta exento de ello, como para no valorar que estando sea en misa, oración, rosario o visita al santísimo viene a la memoria lo que se hizo y no debió hacerse y se pide perdón del abuso al prójimo y el deleite por haber hecho cosas indebidas ¿Qué hacemos? ¡Pedir perdón! Lo positivo es sostenerse en el propósito de enmienda, siendo de infinito provecho hacer lo que el Señor recomienda, ir a reconciliarse con el hermano ofendido, si hay distancia para verle u otra circunstancia, el mejor inicio es ir al Sacerdote y confesar la ofensa: Jesús manifiesta su amor en todo momento de su peregrinación, refiriéndose a los dirigentes del pueblo judío dijo: “En verdad, en verdad, os digo, todo el que comete pecado es esclavo del pecado” Comprendemos, agradecidos reconocer: Nadie ama como Dios ama.
hefelira@yahoo.com

 

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