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Cirujanos entregados a las sonrisas

"Dicen que la sonrisa es el espejo de tus emociones", afirma María Teresa Coronado Gaytán.
viernes, 6 de marzo de 2020
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Agencia/Reforma

"Dicen que la sonrisa es el espejo de tus emociones", afirma María Teresa Coronado Gaytán.
"Hay sonrisas de todo tipo: la espontánea, la de alegría, la de tristeza, porque también de tristeza se sonríe, pero ver la sonrisa de unos padres que reciben a su hijo ya operado de labio y paladar hendido es el mejor regalo que podemos recibir".
La cirujana maxilofacial agrega: "Ver la sonrisa de los padres con los ojos llenos de lágrimas mientras abrazan a su hijo es una de las satisfacciones que tenemos Abelardo y yo".
Se refiere a su esposo, Abelardo Arizpe Cantú, de la misma profesión que ella, con quien encabeza desde hace más de 40 años Claypa, Clínica de Labio y Paladar Hendido de Monterrey.
El espacio, ubicado en la Colonia Cumbres, podría pasar por uno más al que llegan pacientes, sobre todo recién nacidos, con labio y paladar hendido, defecto congénito que consiste en la separación del labio superior y que se acompaña con frecuencia de fisura palatina.

Pero aquí, además de aquella atención, hay un gran compromiso social.
A lo largo del año los especialistas, además de su servicio convencional, atienden a familias de la Ciudad que no cuentan con recursos para iniciar las primeras intervenciones y el tratamiento, además de que realizan anualmente campañas en zonas marginadas de estados como Veracruz, Chiapas, Chihuahua y Baja California en las que atienden de manera gratuita gracias a donativos de particulares, empresas y asociaciones como Smile Train.
Una de las benefactoras de muchos años es la familia Martínez Lozano.
"Los doctores han realizado por muchos años una labor titánica y admirable llevando felicidad y calidad de vida a miles de niños sin posibilidades económicas, especialmente en las comunidades más desprotegidas, con base en sacrificio, amor y cariño", comenta Rodolfo en nombre de esa familia.


"Nuestro país realmente necesita muchas personas con esta vocación y amor a su profesión y cariño a sus hermanos. Que Dios los siga fortaleciendo en esta obra y que perdure por muchos años".
La cruzada de ambos especialistas tiene su origen en un pacto que hicieron cuando eran muy jóvenes.
"Dijimos:", recuerda Abelardo, "'Si podemos, ¿por qué no hacerlo? ¿Por qué no vamos a ayudar a los que menos tienen?'".
Se conocieron en la carrera de Odontología.

Nacieron en Monterrey en 1950 y ambos se inclinaron por la medicina desde chicos.
"Hoy los jóvenes tienen una pérdida de caminos, pero yo desde chica quería estar en la medicina", cuenta Teresa, la mayor de dos hijos del matrimonio conformado por Margarita Gaytán y Juan Coronado.


"Papá no quería que estudiara, eran otros tiempos, pero por su lado mamá me decía: 'Estudia, Teresa, estudia. La única manera de llegar a donde uno quiere llegar es estudiando'".
Abelardo fue el cuarto hijo de Irene Cantú y Óscar "El Diablo" Arizpe, atleta y montañista que murió en el Aconcagua en 1962.

Él tenía 12 años y, a los 35 años, emprendió la misma hazaña que su padre, aunque por poco termina igual que aquél por ayudar a un compañero accidentado.
"Le puse una cruz, estuve ahí con él en espíritu", evoca a su padre.

"Lo sentí: platicamos, le dije: 'Cumplí mi sueño'. Así cerré un ciclo".
Acaso por aquella experiencia, Abelardo quiso estudiar medicina, pero la vida lo llevó a odontología.

Pronto se enamoró de esa carrera, donde coincidió con Teresa. Ambos participaban en campañas de atención básica en colonias populares, en las que hacían extracciones y limpiezas, y fue entonces que decidieron darse a la labor social.
"Propiamente esto empezó en un zaguán", aclara Teresa, sonriente.

"Estábamos sentados afuera del sitio en el que trabajaba papá, él reconstruía planchas, y en una noche de una luna espectacular nos hicimos la promesa de abrir una clínica y dedicar parte de nuestras vidas a la gente que más lo necesitara".
Durante la carrera, Abelardo entró al área de cirugía plástica del Hospital Universitario, donde se dio cuenta de la grave problemática que enfrentan los pacientes con labio y paladar hendidos.


"Esto es lo que tengo que hacer", se dijo, y empezó a buscar información para ver dónde podía entrenarse.
Ya casados, viajaron a la Ciudad de México para entrenarse en el Hospital Juárez, pero al final Abelardo consiguió una beca de Japón para viajar con su esposa y su primer hijo, Juan, y especializarse ambos en cirugía maxilofacial.


A su regreso tocaron puertas para lograr su sueño de abrir un sitio para atender a personas con estos males congénitos. Cuenta Abelardo:
"Fue difícil darnos a conocer a la comunidad porque quién iba a pensar que un dentista iba a operar a un niño, eso era terreno del cirujano plástico, pero nosotros traíamos el entrenamiento.


"Llegué a pedirle a un amigo del Hospital Infantil que está en la Colonia Nuevo Repueblo que me dejara operar o asistirlo con pacientes que le iban programando".
Así fueron sus inicios y, para 1980, encontraron un espacio en el Club de Leones, donde dieron servicio por una década.

Ahí le dieron forma al programa para atender a niños con labio y paladar hendido: cientos de pequeños condenados a una mala salud y a estigmas fueron rescatados por este matrimonio hasta que un día la asociación cambió sus objetivos y les retiró el apoyo.
"¿Qué vamos a hacer ahora?", le preguntó Teresa, preocupada.
"Les vamos a dar las gracias, porque ahora somos independientes y vamos a llevarnos nuestro programa a la clínica que siempre hemos soñado".
Así, tras una estancia en la Clínica Monterrey, en el Centro de la Ciudad, la Clínica del Labio y Paladar Hendido abrió en el 2000 en su actual ubicación, la Calle Enrique C. Livas No. 570, en el Primer Sector de Cumbres.


El tratamiento de un niño con labio y paladar hendido comienza desde el nacimiento, apunta Teresa.
"A todas nos da terror alimentar a un niño por primera vez, más aún cuando ves que su labio no está unido, que el paladar está abierto y que no los puedes amamantar con normalidad.
"Imagínate entonces todas las personas que se requieren, que esto debe ser un tratamiento interdisciplinario para resolver un problema que no es nada más entre una madre y su hijo, sino para toda la familia".
Por ello, desde antes de que abrieran su actual sede, Teresa y Abelardo respondían a las peticiones de apoyar a tal o cual caso que se les presentaba en la Ciudad hasta que un día su amigo Luis Díaz Barriga volvió de un viaje a Córdoba, Veracruz, y les preguntó si no les gustaría implementar su programa en aquella zona que presentaba numerosos casos.

Aceptaron.
Esto fue en 1985 y, desde entonces, tres veces al año viajan para ofrecer sus servicios, apoyados por donadores y autoridades locales, esto con el fin de que las familias no corran con los gastos, que suelen ser altos y numerosos.
"Hemos entrenado gente allá y viajamos con gente tanto a Córdoba como a Los Cabos, Chiapas, Cuauhtémoc, Chihuahua", comenta Teresa.

"Alguna vez también implantamos el programa en Cancún, en tanto en Nuevo León la campaña es permanente".
La especialista dice que, desde que emprendieron estas cruzadas, siempre han estado rodeados de amigos incondicionales que creen y apoyan su causa.

Hay muchos que incluso viajan con ellos para atestiguar los resultados.
La empresa Aptiv, a través de Mario Morales, cuenta que desde el 2016 apoya los programas de Claypa.


"Los empleados de Aptiv, a través de sus aportaciones a Fondo Unido, han encontrado en los doctores Arizpe un aliado en la ayuda de los más necesitados, por lo cual estamos muy agradecidos", comenta.

"Su generosidad nos ha demostrado el verdadero sentido de dar, de preocuparse por mejorar la calidad de vida de las personas y dar una oportunidad a pequeñitos que lo necesitan".
Teresa medita unos momentos antes de brindar un saldo de su cruzada.
"Si desde los 70, entonces operamos cuatro veces al año 40 niños en promedio, serán más de 5 mil, pero en especial me acuerdo de dos casos: Berenice y Georgina.


"Ellas llegaron chiquitas con nosotros, jugaban con nuestras hijas y se hicieron familia. Las tratamos a lo largo de estos años y hoy, Berenice tiene un ensamble de música, en tanto Georgina es psicóloga y se dedica a la terapia del lenguaje".
Georgina Irais de Luca Coronado fue paciente de Teresa y Abelardo a partir de 1981, tenía 3 meses de edad, por lo que los considera como sus segundos padres.
Pero no sólo han cambiado vidas desde su nacimiento, también en la etapa adulta.

Abelardo tiene presente a un anciano con esta condición que vivía recluido en la sierra.
"Me lo encontré cortando caña, nunca bajaba al pueblo, así que le insistí y le insistí para que se dejara operar.

Él no quería, me decía que para qué, pero cuando vio el resultado ¡se emocionó muchísimo! Fuimos muy felices de verlo tan feliz".
Samantha, segunda de los tres hijos de los especialistas, además de Juan y Erika, dedicados todos a la misma profesión, habla de sus padres:
"El trabajo siempre ha sido la fuerza que ha movido su existencia y eso lo han transmitido también a nosotros.

Desde niña siempre los vi ir y venir, incansablemente, trabajando y viajando a otras ciudades para operar niños.
"La única manera de hacer un trabajo genial es amar lo que haces y ese amor los ha llevado a entregarse a tantos niños con labio y paladar hendido en el país".


Ganadores del Premio Ser Líder en el 2009, Teresa y Abelardo continuarán con su labor de dibujar nuevas sonrisas infantiles. Dicen que en Monterrey y en otros estados han conformado equipos que, sin duda, continuarán con su misión: cambiar vidas.
"A veces vamos por las calles y nos detienen pacientes que tuvimos desde pequeños y que nos abrazan, nos agradecen con una sonrisa", comenta Teresa.
"Eso, ver sonreír a un niño, escucharlo hablar claramente, sonreír, es sin duda el mejor de los regalos".

 

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