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“Cuando compramos un zapato, lo hacemos por la numeración. Sin embargo, nos olvidamos de que el pie también tiene una anchura y una altura”, comenta.
En este sentido, el experto compara el zapato con una habitación que tuviera una determinada medida de largo, pero tan estrecha que una persona no cabría dentro o tan baja que no pudiera ponerse de pie sin chocar con el techo.
En lo relativo a los materiales, el doctor Moreno indica que deben ser lo más naturales posible. “Para las suelas de los zapatos hay que optar por pieles gruesas.
De hecho, el crupón es el mejor material que conocemos”, afirma. “Además, hay elastómeros como el poliuretano que también están dando buenos resultados”, apunta.
En cambio, el podólogo precisa que lo menos aconsejable para los pies son las gomas, porque transmiten tanto el calor como el frío. De este modo, indica que las chanclas deben ser solo un calzado circunstancial y que no hay que usarlas para caminar por la ciudad.
“El calzado que se mete en medio del primer dedo y el segundo hace que los dedos vayan sujetándolo. Si estas chanclas se utilizan durante un periodo de tiempo corto, no pasa nada.
Pero llevarlas mucho tiempo contribuye a que unos músculos se hagan más potentes en detrimento de otros. Esto puede ser el comienzo de unos dedos engarrados”, advierte.
Así, el especialista recalca que en lo relativo al calzado hay que tratar de evitar las gomas, sobre todo las gomas finas, y optar por productos naturales como las fibras o las pieles.
“Con estos materiales, el pie se va a beneficiar mucho”, asegura.