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Existe una clase particular de ideas y sus sentimientos asociados que nos remuerden, nos atormentan y causan malestar, y que guardamos con máximo celo, en los rincones más oscuros de nuestra mente.
No nos atrevemos a exteriorizarlos debido al temor a que nos juzguen y consideren “malas personas”.
El psicólogo y escritor Francisco Gavilán, cuestiona: ¿reprimimos la expresión de estos sentimientos vergonzosos para creernos y hacer creer a los demás, que somos buenas personas?
Para que cada uno tome consciencia de sus propios sentimientos y deje de atormentarse por la culpabilidad o la vergüenza, este psicólogo aconseja adoptar algunas medidas, como “evitar los esfuerzos que hacemos por proscribir estos procesos mentales de nuestras conversaciones, ya que hablar o reírse de ellos mitiga la mala consciencia y nos libera de la culpabilidad”.
El psicólogo aconseja tener presente que “nuestro interlocutor es una persona semejante a nosotros y tiene sentimientos parecidos. Hay que decir ‘no’ a la culpabilidad irracional, que se traduce en pensamientos como ‘he pensado de forma indeseable, luego soy una persona despreciable’”.
Al decir del experto, el sentimiento de culpabilidad no sólo provoca alteraciones psicológicas que puede derivar en comportamientos obsesivos y compulsivos, sino que además puede llegar a perjudicar el organismo.
En una investigación de la Fundación Santa Lucía de Roma (Italia), se ha comprobado que la culpabilidad puede dejar huellas en el cerebro a través de lesiones de diferente naturaleza, como algunas isquemias (disminución del riego sanguíneo) y microtraumas craneales.