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Es también una decisión fundamental para algunos, intrascendentes para otros. El asunto polémico es: ¿votar o no votar?
¿Por qué votar? Porque primero debemos cumplir como ciudadanos para después tener el derecho de juzgar el desempeño público de nuestros gobernantes; porque podemos decidir con libertad y en secreto, a través de una marca en una boleta, quienes serán nuestros representantes en los cargos de elección; porque debemos valorar el enorme esfuerzo y la ejemplar responsabilidad de los capacitadores electorales, de los funcionarios de las mesas directivas de casilla, y de muchos otros actores diversos que participan en la compleja y costosa organización de las elecciones, porque votando reflexionamos, opinamos, cooperamos, convocamos, solicitamos, conquistamos...
¿Por qué no votar? Porque ya votamos muchas veces por los que creíamos mejores, después por los que consideramos menos peores y la mayoría nos falló; porque antes ganaban siempre los mismos, y ahora, independientemente de quien gane, generalmente salimos perdiendo; porque las condiciones de la ciudad, del Estado y del país son complicadas, y no benefician a la mayoría de la población; porque la ostentosa ineficiencia de muchos gobernantes ha disminuido nuestra ilusión ciudadana y ha incrementado la decepción cotidiana; porque estamos cansados de esperar lo que nos han prometido que va a llegar...
La lucha por los derechos ha transitado por tortuosos y dolorosos caminos, y ha conquistado gloriosos y luminosos destinos. El voto es un derecho, una obligación, un camino y un destino.
El 5 de junio de 2016 hagamos un análisis de conciencia y respondamos con claridad, objetividad y libertad la pregunta conjunta que nos apunta: ¿Votar o no votar...?
Atentamente
C. Alfonso Ibarra Alanís