Platicando con Martha Sáenz

Martha Sáenz

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Energía desperdiciada

Todos deberíamos aprender a manejar nuestra energía
viernes, 16 de agosto de 2013
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Todos deberíamos aprender a manejar nuestra energía. No todos nacemos ni con la misma cantidad ni con la misma calidad de energía. Hay cosas que a unos agotan, mientras a otros los energizan.

Hay quien amanece siempre cansado y quien parece estrenar baterías a diario.

La energía está muy vinculada a un buen estado de salud, pero también al entusiasmo que algo nos provoca. Yo puedo, por ejemplo, leer o escribir horas enteras y no lo siento; en cambio, mientras cocino, el tiempo se va a dormir la siesta y deja de avanzar.

Dos horas en la cocina me agotan; sé cocinar, pero no lo disfruto. Leer y escribir también me cansa, pero es un cansancio rico que de algún modo me da más energía.

La energía es limitada en todos. Niños o adultos, jóvenes o viejos, debemos dormir para reponerla. Y cuidar la salud, pero no sólo la física, sino también (y me atrevería a decir, sobre todo), la mental.

No encuentro mayor desperdicio de energía masiva que el chisme de todo tipo: el de vecinas, colegas, amigos o políticos de más alta alcurnia.

Escuchar chismes en vivo o por tele o radio, repetirlos, adornarlos, cultivarlos y hacerlos llegar al mayor número de personas posible es agotador y, sin embargo, hay millones de seres en el mundo dedicados a esa inútil, gozosa (para ellos) y, a veces, perversa tarea.

Rosario Castellanos tiene un poema en donde pregunta si alguien irá a sustituirla a la hora de morir y como sabe que nadie lo hará, no entiende por qué quieren vivir por ella, decirle cómo vivir o criticarla por lo vivido.

¡Y tiene toda la razón del mundo!

Haga un experimento. Anote, con precisión, en una libretita el tiempo dedicado todos los días a “echarse el chal” por teléfono o en persona y sume las horas al finalizar la semana.

Descubrirá, con horror, la cantidad de energía desperdiciada inútil y absurdamente al especular sobre la vida de los demás, en lugar de vivir la propia.

Hombres y mujeres, ¿eh? No sólo las mujeres.

 

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